Tu cuerpo también habla… a veces con susurros, otras con gritos. Todo depende de cuánto lo escuches.
La emoción es energía en movimiento. Pero cuando no se expresa, se estanca… y empieza a manifestarse en lo físico: tensión en el pecho, nudos en la garganta, fatiga sin razón.
Toda emoción no expresada busca salida. Y cuando no la encuentra, se queda. En forma de tensión, rigidez, dolor. El cuerpo es un mapa que registra lo que el alma no logra decir.
No se trata de dramatizar cada dolencia, sino de aprender a escuchar con respeto. Una molestia constante puede hablar de un límite no puesto. Un cansancio crónico, de un duelo no resuelto. La sabiduría está ahí, esperando que la mires.
En las sesiones de acompañamiento, abrimos ese diálogo sutil entre el cuerpo y el alma. No imponemos diagnósticos, facilitamos espacio. Porque cuando una emoción se nombra, se libera. Y cuando el cuerpo se siente escuchado, comienza a sanar.
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