El vínculo con un animal trasciende la materia. El amor no muere, solo cambia de forma.
Perder un animal es perder un pedazo del alma. A menudo, el vínculo con ellos es más puro y profundo que muchas relaciones humanas. No juzgan, no exigen, solo están. Y cuando se van, dejan un vacío que no se llena fácilmente.
El duelo animal está subestimado socialmente. Muchas personas lo viven en silencio por temor a que los minimicen. Pero el dolor es real. Y tiene que sentirse. Llorarse. Honrarse.
La comunicación animal incluso después de la partida puede traer paz. A través de canalización o meditaciones profundas, muchos dueños han recibido mensajes, sensaciones o imágenes de sus compañeros fallecidos. No están lejos. Solo han cambiado de forma.
Sanar el duelo animal es también agradecer. Es abrir el corazón a la posibilidad de que el amor no muere: se transforma. Y ese amor, muchas veces, vuelve. En otra forma, otro cuerpo, otra lección.
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