No se necesita lenguaje humano para tener una conversación del alma.
Aunque no usen palabras humanas, los animales se comunican todo el tiempo. Y lo hacen desde el lenguaje más puro que existe: el del corazón. Perciben nuestras emociones, vibraciones y estados interiores sin filtros. Cuando un animal nos mira, muchas veces lo hace con más presencia y profundidad que cualquier persona.
La comunicación animal no es fantasía. Es la capacidad de sintonizar con esa frecuencia de amor incondicional y percepción instintiva. A través de respiraciones conscientes, presencia y apertura emocional, podemos aprender a “escuchar” lo que nuestro compañero quiere decirnos: desde incomodidades físicas hasta sentimientos o deseos de acompañamiento.
Hay animales que actúan como verdaderos guías. Reflejan nuestras heridas, nos protegen energéticamente, o simplemente nos sostienen en silencio. Si abrimos nuestro canal interior, ellos responden. Porque nunca han dejado de hablar. Somos nosotros los que dejamos de escuchar.
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